Para comprender las acciones habituales, es importante considerar la influencia del cerebro y el papel de la repetición. Cuando un comportamiento se repite con frecuencia, el cerebro crea vías neuronales que refuerzan el comportamiento. Estas vías hacen que el comportamiento sea más fácil de realizar con el tiempo y eventualmente se vuelven automáticos, lo que reduce la necesidad de pensamiento consciente.
Hay varias etapas involucradas en la formación de acciones habituales. La etapa inicial implica el desarrollo de una conducta o acción. Esto podría desencadenarse por diversos factores, como estímulos externos, deseos internos o normas sociales. A medida que la conducta se repite, se vincula a señales específicas del entorno, formando asociaciones entre la señal y la conducta. Estas señales pueden ser externas, como ver un cigarrillo o el sonido de una notificación, o internas, como sentimientos de estrés o aburrimiento.
Con el tiempo, estas asociaciones se vuelven más fuertes y automáticas. El sistema de recompensa del cerebro juega un papel importante en el refuerzo de los comportamientos habituales. Cuando un comportamiento conduce a resultados positivos o sensaciones placenteras, la liberación de neurotransmisores como la dopamina refuerza el comportamiento, aumentando la probabilidad de que se repita.
Otro aspecto que contribuye al desarrollo de acciones habituales es el concepto de "habituación". La habituación ocurre cuando una persona se acostumbra a un estímulo o evento que inicialmente llamó la atención o provocó una respuesta. En el contexto de las acciones habituales, la habituación puede llevar a que se realicen comportamientos sin piloto automático o sin mucho pensamiento o intención.
Es importante señalar que no todas las acciones habituales son negativas. Algunos hábitos pueden resultar beneficiosos, como cepillarse los dientes, hacer ejercicio con regularidad o seguir hábitos alimentarios saludables.
Comprender los mecanismos subyacentes a las acciones habituales puede resultar valioso para romper hábitos no deseados o promover cambios de comportamiento positivos. Se ha demostrado que técnicas como la identificación de señales, la acumulación de hábitos y la atención plena son eficaces para modificar los comportamientos habituales y orientar a las personas hacia hábitos más saludables y satisfactorios.