El ejército romano estaba muy estructurado y sus miembros tenían una rutina diaria.
Para el desayuno, normalmente comían pan, gachas y bebían vino o agua.
La comida principal del día era la cena al atardecer y consistía en carne, lentejas o gachas. También se añadieron a la dieta queso, frutas y verduras cuando estaban disponibles.