En la estructura social de la Edad Media, los siervos ocupaban la posición más baja. Eran campesinos atados a la tierra en la que residían y obligados a realizar obligaciones laborales para los terratenientes a cambio de permiso para residir y cultivar una pequeña propiedad. No eran esclavos pero tenían una libertad personal limitada y no podían abandonar la tierra ni alterar su situación social sin obtener la aprobación explícita de su terrateniente o señor.
Los siervos formaban una parte crucial de una sociedad feudal, ya que constituían una parte sustancial de la sociedad, y su trabajo ayudaba a sostener a las clases sociales superiores a ellos, como los caballeros, los terratenientes, la nobleza y otros que se dedicaban a servicios y actividades militares, religiosos, económicos o administrativos.