Derrocamiento de la dinastía Qing: El objetivo principal de la revolución china de 1911 fue derrocar a la gobernante dinastía Qing, que era percibida como corrupta, opresiva e incapaz de modernizar la nación. En cambio, la revolución tenía como objetivo establecer una forma republicana de gobierno.
Poner fin al imperialismo y la influencia extranjeros: China estuvo sujeta a una importante influencia y dominio extranjero durante finales del siglo XIX y principios del XX. La revolución buscó poner fin al control extranjero de las esferas política, económica y cultural de China y buscó recuperar la soberanía nacional.
Establecimiento de una República Moderna: Los revolucionarios imaginaron la creación de una república moderna, democrática y progresista que fuera capaz de competir con las potencias occidentales y llevar a China a la era moderna. Esto implicaba abrazar la modernización, las reformas y el gobierno constitucional.
Reformas sociales y económicas: La revolución tenía como objetivo lograr reformas sociales y económicas para abordar cuestiones como la desigualdad de ingresos, la concentración de la propiedad de la tierra y las malas condiciones de vida de la población del país. Los revolucionarios abogaron por la reforma agraria, los derechos de los trabajadores y una distribución más justa de la riqueza.
Unificación Nacional: La revolución tenía como objetivo unificar China y poner fin a la fragmentación causada por los señores de la guerra regionales y los conflictos internos. Los revolucionarios creían que una nación unificada y cohesiva era necesaria para el progreso y la fortaleza de China.
Regeneración Cultural y Educativa: La revolución también tenía como objetivo revitalizar la cultura y el sistema educativo chinos, que se consideraban estancados y atrasados. Los revolucionarios buscaron promover la educación moderna, adoptar el conocimiento científico y preservar los valores tradicionales chinos mientras se adaptaban al mundo cambiante.