No existía un “gobierno colonial estadounidense” ni una “administración colonial estadounidense” central. Cada una de las trece colonias inglesas tenía al menos un gobernador que, a través del consejo real del gobernador, tenía poderes ejecutivo, judicial y legislativo. La mayoría de las colonias también operaban bajo una cámara parlamentaria baja, cuyos delegados eran elegidos por los terratenientes.
Colonias Reales:
Los gobernadores eran nombrados por el rey; El consejo estaba formado en parte por personas designadas por el rey y en parte por personas elegidas por la cámara parlamentaria baja.
Colonias Propietarias:
Los lores propietarios nombraron gobernadores y consejos
Colonias charter:
Eligieron a sus propios gobernadores y operaron sobre la base de cartas reales sin interferencia de Gran Bretaña.
Algunas colonias tenían gobernadores; otros tenían propietarios. Las colonias también variaban en sus poderes. Algunos tenían estatutos que les garantizaban el derecho a autogobernarse; otros eran propietarios, bajo el control de los amigos y nobles del rey.
Una excepción notable fue la Colonia de Connecticut, cuyo gobierno no estaba organizado por una carta real. En cambio, en 1639, un cuerpo autónomo de residentes con derecho a voto, exclusivamente masculino, organizó el gobierno de la colonia, las Órdenes Fundamentales de Connecticut, la constitución más antigua conocida en las colonias inglesas.
Los gobiernos coloniales también estuvieron fuertemente influenciados por la Iglesia de Inglaterra. La iglesia anglicana era la iglesia establecida en la mayoría de las colonias y muchos gobiernos coloniales le otorgaron dinero, estatus y poder. Esto provocó conflictos religiosos en las colonias, ya que los grupos religiosos disidentes buscaban mayor libertad.
A pesar de estas diferencias, las colonias inglesas compartían muchos rasgos comunes en términos de gobierno y administración. Por ejemplo, todas las colonias tenían alguna forma de asamblea representativa, aunque la cantidad de poder que tenían estas asambleas variaba de una colonia a otra. Además, todas las colonias estaban sujetas a la autoridad del gobierno británico, representado por el gobernador. Aunque todas las colonias debían obedecer las leyes y regulaciones que les imponía Gran Bretaña, tenían poco que decir en los asuntos que afectaban sus vidas.
Estas características del gobierno y la administración coloniales llegarían a tener un profundo impacto en la configuración de la joven nación estadounidense.