Las leyes Jim Crow exigían la separación de instalaciones y servicios públicos en función de la raza. Esta segregación se extendió a escuelas, transporte, baños, restaurantes, hoteles e incluso cementerios. Esta separación física sirvió como un recordatorio constante de la división racial y creó un entorno en el que a los afroamericanos se les negaba la igualdad de oportunidades y se los sometía a un trato inferior.