Antonio aprovecha eficazmente esta oportunidad para influir en la opinión pública a su favor. A través de su hábil oratoria, evoca simpatía por el fallecido César, resalta su generosidad pasada e insinúa que Bruto y los demás conspiradores son egoístas y ambiciosos. Juega magistralmente con las emociones de la multitud, utilizando hábilmente recursos retóricos y apelando a sus lealtades y emociones, hasta que se enojan y desean venganza.
Al permitir que Antonio hable, Bruto subestima el poder de la retórica y la elocuencia para moldear la percepción pública y permite que su oponente obtenga una ventaja en la lucha por el control. Este error resulta costoso para Bruto y los conspiradores, ya que finalmente son derrotados por Antonio y Octavio en la guerra civil posterior.