El ferrocarril transcontinental tuvo un profundo impacto en el crecimiento de las ciudades de Estados Unidos. Al conectar las costas este y oeste, el ferrocarril facilitó el viaje de personas y mercancías entre las dos regiones. Esto provocó un auge de la población y el crecimiento económico en muchas ciudades a lo largo de la ruta, incluida Chicago.
Chicago era una pequeña ciudad de sólo unos pocos miles de habitantes antes de que llegara el ferrocarril. Sin embargo, en 1870, la población de la ciudad había aumentado a más de 200.000 personas. Este crecimiento se debió en gran parte al ferrocarril, que convirtió a Chicago en un importante centro de transporte y comercio.
El crecimiento de Chicago continuó acelerándose en las décadas siguientes. En 1900, la población de la ciudad había llegado a más de 1,7 millones de personas. Esto convirtió a Chicago en la segunda ciudad más grande de los Estados Unidos, sólo detrás de la ciudad de Nueva York.