Por otra parte, Jefferson tenía algunas reservas sobre la constitucionalidad de la compra. Creía que el gobierno federal no tenía autoridad para adquirir nuevos territorios sin el consentimiento explícito de los estados. Sin embargo, finalmente decidió que los beneficios de la compra superaban las preocupaciones constitucionales.
En una carta a Robert R. Livingston, el embajador estadounidense en Francia que había negociado la compra, Jefferson escribió:"El tratado que me ha enviado se considera aquí una obra maestra de la diplomacia y de una previsión y un juicio superiores a cualquier ejemplo". en la historia de la diplomacia... Nada desde la adquisición romana de Sicilia puede compararse en ningún grado con esto."
Jefferson también reconoció el potencial del territorio de Luisiana para convertirse en una fuente de conflicto entre los Estados Unidos y las diversas tribus nativas americanas que habitaban la región. Creía que era esencial establecer buenas relaciones con estas tribus y garantizar que se respetaran sus derechos.
En general, la reacción de Jefferson ante la compra de Luisiana fue de entusiasmo, gratitud y optimismo cauteloso. Consideró la compra como un hito importante en la historia de Estados Unidos y como una oportunidad para dar forma al futuro de la nación.