Las trincheras variaban en tamaño, pero por lo general tenían entre 2 y 4 pies de profundidad y entre 6 y 8 pies de ancho. A menudo se excavaban en zigzag para minimizar la posibilidad de que el fuego enemigo alcanzara a varias personas en la misma trinchera si un proyectil de artillería impactara. Las trincheras también tenían terraplenes protectores hechos de tierra o sacos de arena, que proporcionaban cobertura adicional.
Las trincheras a menudo se inundaban y embarraban, lo que las hacía muy incómodas para los soldados. Los soldados tuvieron que lidiar con duras condiciones, incluido el frío, la lluvia y el peligro constante del fuego enemigo. Para mejorar sus condiciones de vida, los soldados a veces construían refugios rudimentarios dentro de las trincheras, utilizando materiales como madera y metal corrugado.
En algunos casos, las trincheras podrían convertirse en parte de un extenso sistema de fortificaciones que incluía refugios subterráneos, búnkeres, alambre de púas y campos minados. Estos sistemas de trincheras fueron diseñados para crear posiciones defensivas que podrían ser difíciles de penetrar para las fuerzas enemigas y, a menudo, se extendían por millas a lo largo del campo de batalla.
En general, las trincheras de la Segunda Guerra Mundial fueron una parte vital del conflicto y desempeñaron un papel importante en las estrategias y tácticas utilizadas por ambos bandos. Ofrecían protección y refugio a los soldados en medio del caos y el peligro del campo de batalla, pero la vida dentro de las trincheras era a menudo difícil, incómoda y llena de riesgos.