Augusto se embarcó en un proyecto masivo para transformar la apariencia de Roma, con el objetivo de convertirla en una ciudad grandiosa e impresionante digna de su condición de capital del Imperio Romano. Inició la construcción de numerosos templos, teatros, baños públicos y otras estructuras monumentales, todos fabricados con materiales de alta calidad como mármol y granito.
Cuando Augusto murió en el año 14 d.C., había supervisado la construcción o renovación de más de 80 edificios en Roma. Sus ambiciosos proyectos de construcción no sólo embellecieron la ciudad sino que también sirvieron como símbolo de su poder, autoridad y legado.
La frase "Encontré Roma construida sobre ladrillos secados al sol; la dejo cubierta de mármol" captura la visión de Augusto de transformar la ciudad en una magnífica metrópolis, que represente la grandeza y la gloria del Imperio Romano.