1. Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo:“Arrepiéntanse”, quiso decir que toda la vida de los creyentes debe ser de arrepentimiento.
2. Esta palabra no puede entenderse referida al sacramento de la penitencia, es decir, de la confesión y de la satisfacción, tal como lo administra el clero.
3. Sí, ni siquiera significa únicamente arrepentimiento interior; tal arrepentimiento en sí mismo no tiene valor, a menos que produzca varias mortificaciones externas de la carne.
4. La pena del pecado permanece mientras permanezca el odio a uno mismo (es decir, el verdadero arrepentimiento interior), es decir, hasta la entrada en el reino de los cielos.
5. El Papa no tiene poder para perdonar ninguna culpa, excepto declarar y confirmar que ha sido perdonada por Dios; o, ciertamente, remitir los casos reservados a él mismo. Si remite alguna culpa por propia voluntad, no parece que le sea remitida, salvo en los casos reservados a él mismo. Dios no remite la culpa a nadie, a menos que al mismo tiempo lo humille en todo y lo someta en todo a su vicario, el sacerdote.
6. El Papa no puede perdonar ninguna culpa, salvo declarando o dando fe de haber sido remitida por Dios; o, sin duda, perdonándolo mediante la indulgencia. Si hace lo contrario, la culpa permanece. Dios tampoco perdona la culpa de nadie a quien el sacerdote niega el perdón, haya obtenido o no una indulgencia.
7. Dios nunca perdona la culpa de nadie sin someterlo al mismo tiempo al sacerdote, su representante en la tierra, para que sea castigado o al menos disciplinado.
8. Los cánones penitenciales son impuestos únicamente por la tradición humana, y éstos quedan abolidos con la muerte de los que están verdaderamente muertos.
9. Por eso el Espíritu Santo en la persona del profeta dice:“Cuando el impío se aparte de su maldad... y haga lo que es lícito y justo, salvará su vida” [Eze. 33:19]. Es decir, de la pena en que ha incurrido.
10. Los sacerdotes actúan imprudentemente cuando se reservan casos especiales, porque no pueden absolver de todos los casos (incluso si se les da la autoridad para hacerlo) a menos que sus penitentes se sometan voluntariamente a sí mismos.
11. Aún más imprudentemente actúan cuando imponen casos tan reservados a los moribundos.
12. Al comprar indulgencias, las almas predican libremente (o se creen libres), aunque no se obtenga ninguna libertad verdadera.
13. De hecho, tales seguridades de libertad los atraen al purgatorio.
14. Para comprar indulgencias no predican nada conforme al espíritu de Cristo.
15. Cuando dicen que quien compra indulgencias queda absuelto de todas las penas y culpas, esto parece falso por las siguientes razones.
16. De hecho, tal afirmación es imposible, incluso para el Papa.
17. Porque la culpa misma permanece, en cualquier caso en que alguien se haya arrepentido verdaderamente; es decir, permanece la pena del castigo eterno.
18. Sólo a Dios está reservada la concesión del arrepentimiento y la remisión de la culpa, que son las únicas que tienen el poder de restaurar el alma castigada.
19. Si tal liberación total de todos los castigos existe, seguramente sólo se concede a los perfectos, es decir, a muy pocos individuos.
20. Por eso la mayoría de la gente se deja engañar por esta indiscriminada y grandiosa promesa de liberación del castigo.
21. Por eso se predica ampliamente:“El alma va directa al cielo y sale volando por las puertas del purgatorio”.
22. Esto es falso.
23. De hecho, el predicador de indulgencias ya no está en estado de gracia como cualquier otra persona.
24. Sigue siendo cierto, y bastante correcto, que los cristianos deben obedecer las órdenes del Papa, pero sólo en la medida en que realmente sean las del Papa.
25. Esto es especialmente cierto a causa de las excomuniones y otras penas eclesiásticas impuestas a quienes se le resisten.
26. Pero a los cristianos se les debe enseñar que la excomunión del Papa en sí no es tan temible, porque sólo excluye a una persona de la comunidad de la Iglesia.
27. El verdadero tesoro de la Iglesia es el santo Evangelio de la gloria y gracia de Dios.
28. Pero este tesoro es ciertamente despreciado y odiado por quienes en su lugar ensalzan las indulgencias.
29. Además, la gracia del perdón (que se declara mediante una indulgencia) se refiere sólo a la culpa de las penas establecidas por la tradición humana, y ésta ha sido abolida para los que están verdaderamente muertos.
30. Ningún cristiano debería alarmarse por la proclamación de los perdones papales, incluso si el comisionado o predicador de las indulgencias arremetiera contra sus enseñanzas.
31. Pero todo cristiano debe sentirse alentado por la seguridad del perdón papal, siempre que él mismo tenga sana consideración por la excomunión y no la desprecie.
32. Si realmente hubieran captado el poder de las indulgencias, los predicadores estarían predicando muchos más beneficios sobre ellas. Porque esos beneficios superan a todo lo demás.
33. Además, instarían al perdón incluso sin contribuciones monetarias.
34. De hecho, estarían distribuyendo indulgencias al pueblo a cambio de nada.
35. ¿Por qué el Papa, cuya riqueza supera hoy la riqueza del Craso más rico, construye la basílica de San Pedro con el dinero de los creyentes miserables, en lugar de con su propio dinero?
36. ¿Por qué no perdona al menos a algunas almas por puro amor, a las almas del purgatorio, puesto que perdona a tantas almas por lucro deshonesto?
37. ¿Qué clase de poder en el cielo es éste, que el Papa pretende vender por dinero y que, sin embargo, no abrirá el cielo a los necesitados sin una compensación monetaria?
38. Sin embargo, los desvergonzados vendedores de indulgencias atraen a las almas piadosas a la compra de esta indulgencia sumamente inútil, con la engañosa promesa de una ganancia sin ningún mérito por su parte.
39. Serán cargados de condenación eterna junto con sus maestros.
40. Tengamos cuidado con aquellos que dicen:“Las indulgencias del Papa son un don inestimable de Dios y son necesarias para la salvación”.
41. Porque en efecto esa gracia de Dios es el don inestimable, que en sus proclamas llaman el don menor; y sólo la gracia produce la salvación.
42. Se debe enseñar a los cristianos que el Papa no tiene ninguna intención de perdonar ninguno de los castigos que deben sufrir en el purgatorio.
43. Porque le es imposible hacerlo, aunque quisiera, como ya se ha dicho.
44. Mucho menos pretende esto el predicador de las indulgencias, aunque habla mucho del perdón plenario.
45. Se debe enseñar a los cristianos que aquellos que creen que mediante las indulgencias pueden asegurarse de su propia salvación, no pueden estar seguros de nada excepto de su propia condenación.
46. A los cristianos se les debe enseñar que no debemos poner nuestra confianza en la compra de indulgencias, sino en la abundante misericordia de Dios.
47. Se debe enseñar a los cristianos que la compra de indulgencias no debe compararse en modo alguno con las obras de misericordia.
48. Se debe enseñar a los cristianos que, si bien comprar indulgencias no es en sí mismo algo malo, en ningún caso sustituye las obras de misericordia.
49. Se debe enseñar a los cristianos que un rico que da su riqueza a la venta de indulgencias, en lugar de dedicarla al sostenimiento de los pobres, no obtiene ninguna recompensa de la indulgencia, sino que incurre en la ira de Dios.
50. Se debe enseñar a los cristianos que, aunque el Papa mediante estas indulgencias podría liberar un alma del purgatorio, no hace nada correcto; la caridad exigiría que el alma sufra hasta haber pagado su deuda.
51. A los cristianos se les debe enseñar que el Papa tiene autoridad sobre el purgatorio sólo sobre la base de este tipo de intercesión, “porque el Papa no sabe nada sobre ningún otro tipo” [Decreto de Clemente VI].
52. Es en vano que los predicadores de las indulgencias pretendan que sus perdones tienen la misma eficacia que el perdón que Jesucristo dio con su propio sufrimiento.
53. Porque el perdón que Jesucristo dio no fue externo para las obras externas que deban hacerse en favor del prójimo.
54. De ninguna manera el sufrimiento y la muerte de los santos mártires pertenecen al tesoro con el que el Papa concede las indulgencias.
55. Además, los beneficios que los mártires obtuvieron para los cristianos no se comparten con indulgencias.
56. La gracia que fluye a los vivos a través de los muertos fue impartida sólo por Cristo.
57. Además, el perdón concedido a los moribundos mediante las indulgencias no es en modo alguno comparable a esta gracia, porque ésta implica la eliminación de la culpa (que es la causa fundamental del dolor presente).
58. La gracia que perdona la pena que se debe sufrir en el purgatorio por culpas pasadas no implica en modo alguno la gracia concedida por Cristo.
59. Parece errónea la afirmación de que la indulgencia es tan eficaz que puede liberar a la persona tanto de la culpa como del castigo del pecado.
60. Especialmente cuando se dice que incluso los pecados cometidos en el futuro pueden ser expiados con indulgencias.
61. Cuando a la gente se le dice que la salvación se adquiere fácilmente