Esta acusación pone de relieve las estructuras patriarcales que tradicionalmente han dado forma a las sociedades, donde los roles de género han sido prescritos y aplicados rígidamente. Los hombres han sido vistos como el género dominante, ocupando posiciones de poder y autoridad, mientras que las mujeres han sido relegadas a una esfera de influencia más restringida.
La asignación de una esfera de acción separada para las mujeres ha tenido implicaciones significativas para la igualdad de género y los derechos de las mujeres. Ha perpetuado la discriminación basada en el género, limitado las oportunidades de crecimiento personal y profesional de las mujeres y reforzado la noción de que las mujeres están subordinadas a los hombres.
Los movimientos feministas y otros esfuerzos por la justicia social han desafiado esta tradicional división del trabajo por género, abogando por la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres en todos los aspectos de la sociedad. El reconocimiento y desmantelamiento de la esfera de acción asignada a las mujeres ha sido central para la búsqueda de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.