El monto de la recompensa variaba dependiendo de una serie de factores, incluida la región del país, el período de tiempo y el esclavo específico en cuestión. En general, las recompensas eran mayores para los esclavos hábiles o aquellos que se consideraban especialmente valiosos. Por ejemplo, a mediados del siglo XIX, se podía ofrecer una recompensa de hasta 1.000 dólares por el regreso de un carpintero o herrero experto, mientras que se podía ofrecer una recompensa de sólo unos pocos cientos de dólares por un peón de campo.
Además de las recompensas en efectivo, a veces se ofrecían otros incentivos por la captura de esclavos fugitivos. Estos podrían incluir tierra, ganado o incluso libertad para la persona que devuelve al esclavo.
La práctica de ofrecer recompensas por los esclavos fugitivos era cruel y opresiva, y sirvió para deshumanizar aún más a los esclavos. También hizo más difícil para los esclavos escapar a la libertad y ayudó a mantener la institución de la esclavitud en los Estados Unidos.