Hubo varias razones para esto. En primer lugar, comprar esclavos africanos era relativamente barato. La trata transatlántica de esclavos era un sistema bien establecido y eficiente, y el precio de los esclavos era relativamente bajo en comparación con el costo de los sirvientes contratados o el riesgo de utilizar mano de obra nativa americana.
En segundo lugar, se consideraba que los esclavos africanos eran más dóciles y tolerantes que otros tipos de trabajo. A menudo eran deshumanizados y tratados como propiedad, lo que facilitaba que los dueños de esclavos ejercieran control sobre ellos. Los sirvientes contratados, por otro lado, eran a menudo trabajadores calificados que habían celebrado un contrato con su amo por un período de tiempo específico. Esto les dio cierta influencia y podría hacerlos más difíciles de controlar.
Finalmente, se consideraba que los esclavos africanos eran más resistentes a las enfermedades que los nativos americanos o los sirvientes contratados. Esto fue especialmente importante en los primeros días de la colonización europea en América, cuando las enfermedades representaban una grave amenaza para la supervivencia tanto de los colonos como de sus trabajadores.
Por estas razones, los esclavos africanos se convirtieron en la principal fuente de mano de obra en las Américas y desempeñaron un papel central en el desarrollo de la economía y la sociedad de la región.