En contraste, la trata de esclavos en el Atlántico en el siglo XVIII fue impulsada principalmente por la demanda de esclavos en América, particularmente en las colonias británicas, francesas, españolas y portuguesas en el Caribe y América del Sur. La creciente demanda de mano de obra en las plantaciones de azúcar, tabaco y algodón en las Américas provocó un aumento masivo del comercio transatlántico de esclavos, con millones de africanos esclavizados transportados desde África occidental a las Américas. La trata de esclavos en el Atlántico se caracterizó por el uso de grandes barcos negreros, que transportaban miles de esclavos en condiciones horribles, lo que provocó altas tasas de mortalidad durante el Pasaje Medio.
Si bien tanto la trata de esclavos en África Oriental como la trata de esclavos en el Atlántico estuvieron impulsadas por motivos económicos e implicaron la explotación y deshumanización de los africanos, diferían en términos de su alcance geográfico, mercados y escala del comercio. El comercio de esclavos en África Oriental fue más regional y se centró en los mercados de Medio Oriente y Asia, mientras que el comercio de esclavos en el Atlántico fue transcontinental y tuvo un impacto global, cuyas consecuencias aún se sienten hoy.