Durante el viaje intermedio, los africanos fueron sometidos a una crueldad y un trato brutal inimaginables. Fueron empaquetados como carga en barcos abarrotados e insalubres con poca o ninguna ventilación, lo que provocó enfermedades y muertes generalizadas. Muchos africanos murieron a causa de enfermedades como la viruela, el sarampión y la disentería, que se propagaron rápidamente en espacios reducidos.
Los africanos esclavizados a menudo eran encadenados, despojados de su dignidad e identidad y sometidos a abusos físicos y psicológicos por parte de los miembros de la tripulación. Se les negó comida, agua y atención médica adecuadas, y quienes se resistieron o intentaron escapar fueron a menudo castigados severamente.
El viaje a través del Atlántico podía durar varios meses y la tasa de mortalidad era asombrosamente alta. Se estima que hasta 2 millones de africanos perdieron la vida durante el paso intermedio, lo que lo convierte en uno de los capítulos más oscuros e inhumanos de la historia de la humanidad.
Para los africanos que sobrevivieron, el paso intermedio dejó un impacto duradero en su bienestar físico, mental y emocional. Fue un viaje que simbolizó su deshumanización y el trauma que sufrieron como víctimas de la trata transatlántica de esclavos.