Las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 desempeñaron un papel importante en el fin de la Segunda Guerra Mundial. El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó una bomba atómica llamada "Little Boy" sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. La bomba explotó con una energía equivalente a aproximadamente 15.000 toneladas de TNT, causando una destrucción generalizada y un número estimado de muertes de 140.000 personas. Tres días después, el 9 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó una segunda bomba atómica llamada "Fat Man" sobre la ciudad de Nagasaki. Esta bomba tenía una potencia de aproximadamente 21.000 toneladas de TNT y provocó la muerte de unas 74.000 personas.
Los efectos devastadores de las bombas atómicas conmocionaron tanto a Japón como al mundo, lo que llevó a la rendición de Japón y al fin de la Segunda Guerra Mundial el 14 de agosto de 1945. Si bien existen diferentes perspectivas sobre la moralidad y la necesidad del uso de armas atómicas, es innegable que las bombas tuvieron tuvo un profundo impacto en el curso de la guerra y provocó una rápida resolución. Sin embargo, es importante señalar que existen debates y consideraciones éticas en curso en torno al uso de armas nucleares en la guerra.