Aunque los aliados habían acordado en Yalta permitir elecciones libres y justas en Europa del Este después de la guerra, la Unión Soviética actuó rápidamente para instalar gobiernos comunistas en todos los países que ocupó, incluidos Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria. Estados Unidos y Gran Bretaña protestaron y la cuestión se convirtió en una importante fuente de tensión entre las dos superpotencias.