Persia estaba situada en el cruce de varias rutas comerciales importantes, incluida la Ruta de la Seda. Esto lo convirtió en un lugar de importancia estratégica para fines comerciales y militares.
Persia también tenía varios recursos naturales valiosos, incluidos petróleo, gas y minerales. Esto lo convirtió en un objetivo atractivo para la inversión y la explotación extranjeras.
Por último, el gobierno central de Persia era a menudo débil e inestable. Esto permitió a las potencias extranjeras ejercer influencia sobre el país y hacerse con el control de sus recursos.