1. Despegue:Durante la fase inicial del lanzamiento, los cohetes aceleran rápidamente para vencer la gravedad de la Tierra. Esta aceleración puede resultar en velocidades de varios miles de millas por hora (mph) o kilómetros por hora (km/h) en unos pocos minutos. Por ejemplo, el transbordador espacial podría alcanzar una velocidad de aproximadamente 2.820 km/h (1.750 mph) durante su ascenso.
2. Inserción orbital:una vez que un cohete alcanza cierta altitud, necesita alcanzar velocidad orbital para permanecer en el espacio. La velocidad orbital depende de la altitud de la órbita, pero normalmente oscila entre 17.500 mph (28.200 km/h) para la órbita terrestre baja (LEO) y 25.000 mph (40.200 km/h) para órbitas más altas.
3. Viajes interplanetarios:cuando se lanzan cohetes en misiones a otros planetas, deben alcanzar velocidades aún mayores para superar la atracción gravitacional de la Tierra y viajar a sus destinos. Por ejemplo, la sonda solar Parker de la NASA, diseñada para estudiar el Sol, alcanzó una velocidad de aproximadamente 214.000 mph (344.000 km/h) durante su máxima aproximación al Sol.
4. Reingreso:Cuando los cohetes o naves espaciales regresan a la Tierra, deben reducir significativamente su velocidad para evitar quemarse en la atmósfera. Utilizan diversas técnicas, como escudos térmicos y paracaídas, para reducir su velocidad. La velocidad final en el aterrizaje o amerizaje puede variar mucho según los requisitos de la misión y las consideraciones de seguridad.
Es importante tener en cuenta que estos son sólo algunos ejemplos, y que misiones de cohetes específicas pueden tener diferentes perfiles de velocidad según sus objetivos únicos.