Destino Manifiesto: El concepto de Destino Manifiesto, que jugó un papel importante en la expansión de los Estados Unidos hacia el oeste, alimentó el deseo de adquirir Nuevo México. El Destino Manifiesto era la creencia de que Estados Unidos tenía el derecho divino de expandir su territorio y llegar de costa a costa. Nuevo México fue visto como un territorio importante a reclamar para cumplir este destino.
Potencial económico: Estados Unidos reconoció la riqueza y los recursos potenciales de Nuevo México. Se sabía que la región tenía ricos depósitos minerales, incluidos oro y plata, que atraían a mineros e inversores. Además, sus tierras fértiles y su clima adecuado la convirtieron en una zona atractiva para actividades agrícolas, prometiendo prosperidad económica.
Importancia estratégica: Nuevo México ocupaba una ubicación estratégica en el suroeste, limitaba con México y brindaba acceso a rutas utilizadas para el comercio y el transporte. Controlar este territorio permitiría a Estados Unidos mejorar sus conexiones comerciales, asegurar su frontera sur y reforzar su presencia militar.
Adquisición de México: Nuevo México pasó a formar parte de los Estados Unidos a través de la Guerra México-Estadounidense (1846-1848), que resultó en la cesión de varios territorios, incluido Nuevo México, a los Estados Unidos como parte del Tratado de Guadalupe Hidalgo. Este evento marcó la adquisición formal de Nuevo México y lo puso bajo soberanía estadounidense.
Al reclamar Nuevo México, Estados Unidos cumplió sus aspiraciones de Destino Manifiesto, obtuvo acceso a recursos y tierras valiosos, mejoró su posición estratégica y solidificó su control sobre el suroeste.