La segunda supuesta explicación tiene su origen en el mar. Los marineros de los barcos del siglo XVIII llevaban sal para asegurar la conservación de sus alimentos durante los largos viajes que soportaban. Cuando los suministros se acababan, los encargados de preparar los alimentos se enfrentaban a la difícil elección de conservar sus propios alimentos o preparar comidas sabrosas para el capitán y los oficiales del barco. A veces, había prioridades más importantes para la conservación de la sal y, en cambio, estas personas preparaban comidas frescas a costa de sus propias raciones en conserva. Cuando se les pregunta por la desaparición de las provisiones a bordo, podrían responder con el comentario sarcástico:"¡Vaya a echar sal!". lo que implica que no les quedaban provisiones para dar.