En los primeros años de su asentamiento en América, los puritanos eran relativamente amigables con los nativos americanos. Establecieron relaciones comerciales con ellos e incluso se casaron con ellos. Sin embargo, a medida que la población puritana creció y sus asentamientos se expandieron, las tensiones comenzaron a aumentar. Los puritanos veían cada vez más a los nativos americanos como una amenaza a su tierra y su forma de vida.
En 1637, estalló la Guerra Pequot entre los puritanos y la tribu Pequot. La guerra fue un desastre para los pequot, que fueron prácticamente aniquilados. Esta victoria dio a los puritanos un sentido de superioridad sobre los nativos americanos y reforzó su creencia de que eran el pueblo elegido de Dios.
En los años siguientes, los puritanos continuaron expandiendo sus asentamientos y expulsando a los nativos americanos de sus tierras. También continuaron intentando convertir a los nativos americanos al cristianismo, pero con un éxito limitado.
A finales del siglo XVII, los puritanos habían establecido una posición dominante en Nueva Inglaterra. Los nativos americanos habían sido derrotados o expulsados de la región. La actitud puritana hacia los nativos americanos había sido una mezcla de miedo, odio y desprecio.