Quienes apoyaron la compra argumentaron que era un buen negocio para Estados Unidos. Dijeron que Alaska era un territorio vasto con muchos recursos naturales y que sería beneficioso para el país poseerlo. También dijeron que la compra ayudaría a asegurar la frontera occidental del país.
Quienes se opusieron a la compra dijeron que era una pérdida de dinero. Argumentaron que Alaska estaba demasiado lejos para ser de alguna utilidad para Estados Unidos y que el país no podía permitirse el lujo de comprarla. También dijeron que la compra aumentaría la deuda del país.
Al final, el Senado de los Estados Unidos aprobó la compra de Alaska por 37 votos a 2. Sin embargo, la compra siguió siendo impopular entre muchos estadounidenses durante muchos años.