La Segunda Enmienda establece:“Siendo necesaria una milicia bien regulada para la seguridad de un Estado libre, no se infringirá el derecho del pueblo a poseer y portar armas”.
La Segunda Enmienda se redactó en respuesta a las preocupaciones de que el gobierno federal pudiera desarmar a los ciudadanos y consolidar su poder, socavando así los principios republicanos. Los Padres Fundadores creían que una ciudadanía armada servía como freno a las extralimitaciones del gobierno y como medio de autodefensa contra la tiranía.
La Corte Suprema ha interpretado la Segunda Enmienda en varios casos históricos. En Distrito de Columbia contra Heller (2008), el Tribunal dictaminó que la Segunda Enmienda garantiza el derecho individual a poseer y utilizar un arma para defensa propia en el hogar. En McDonald v. Chicago (2010), el Tribunal dictaminó que la Segunda Enmienda se aplica a los gobiernos estatales y locales, así como al gobierno federal.
La Corte Suprema también ha interpretado que la Segunda Enmienda permite algunas restricciones a la propiedad de armas. Por ejemplo, la Corte ha dictaminado que los estados pueden exigir verificaciones de antecedentes a los compradores de armas, establecer esquemas de licencias para los propietarios de armas y prohibir la posesión de ciertas armas peligrosas o inusuales.
La Segunda Enmienda es un tema complejo y controvertido. Ha sido objeto de mucho debate en los últimos años, particularmente a la luz de los tiroteos masivos y la violencia armada. Hay quienes creen que la Segunda Enmienda debería derogarse o modificarse significativamente, mientras que otros argumentan que debería interpretarse de manera restrictiva para preservar los derechos individuales de propiedad de armas.
La Segunda Enmienda sigue siendo una garantía constitucional fundamental, y su significado e interpretación siguen siendo moldeados por la Corte Suprema y las necesidades cambiantes de la sociedad.