El 3 de marzo de 1861, el zar Alejandro II de Rusia emitió el Manifiesto de Emancipación, liberando a millones de siervos de la servidumbre. Este dramático acto estaba siendo contemplado desde hacía algún tiempo. Ya durante el reinado de Catalina la Grande, había planes, inspirados en las tendencias liberales de la Ilustración, para reformar las relaciones legales y sociales entre los señores y sus siervos y proporcionar a los campesinos más libertad y propiedad. Si bien muchos nobles habían liberado a los siervos de forma individual o habían adoptado métodos de explotación más flexibles en sus feudos, la mayoría se aferró tenazmente a la servidumbre por razones económicas, sociales y psicológicas.