Algunos de los primeros miembros del movimiento por los derechos, en particular aquellos que tenían un buen nivel educativo y pertenecían a las clases altas, temían que otorgar a las mujeres el derecho al voto condujera a un cambio en la dinámica del poder social y político. Creían que las mujeres eran las principales responsables de las tareas domésticas y no debían participar en política. Esta preocupación tenía sus raíces en los roles de género tradicionales y en la creencia de que la participación de las mujeres en los asuntos públicos podría erosionar la jerarquía social dominada por los hombres.
Preservar los roles de género tradicionales :
Durante las primeras etapas del movimiento por los derechos, muchos defensores creían que el sufragio femenino alteraría los roles tradicionales de género y socavaría el orden "natural" de la sociedad. Argumentaron que las mujeres no eran aptas para roles políticos y que su participación en la vida pública impactaría negativamente la dinámica familiar, la moralidad y la armonía social. Esta perspectiva reflejaba las normas sociales predominantes y la percepción de las mujeres como inferiores en términos de capacidades intelectuales y de toma de decisiones.
Protección de los intereses de las mujeres:
Algunos miembros del movimiento por los derechos creían que otorgar a las mujeres el derecho al voto no necesariamente serviría a los mejores intereses de las propias mujeres. Argumentaron que las mujeres enfrentaban desafíos y vulnerabilidades únicos y que era esencial garantizar su protección. Al argumentar en contra del sufragio, estos individuos pretendían salvaguardar los roles tradicionales de las mujeres, preservar su esfera doméstica y garantizar que sus intereses siguieran estando representados por familiares y tutores masculinos.
Priorización estratégica:
Varios de los primeros activistas del movimiento por los derechos priorizaron otras cuestiones, como la abolición de la esclavitud y la consecución de los derechos civiles de los afroamericanos, sobre la búsqueda del sufragio femenino. Argumentaron que se trataba de cuestiones más urgentes y apremiantes, y que otorgar el sufragio desviaría recursos y energía para abordar las injusticias sistémicas más amplias que enfrentan los grupos marginados. Esta priorización estratégica reflejó los desafíos predominantes de la época y la necesidad de abordar primero las preocupaciones más apremiantes.