Los curacas tradicionales tenían funciones:
“rituales y ceremonias, que tenían que ver con el culto a los antepasados, principal fuente de poder y legitimidad del curaca” [ 1];Este “especialista en lo sagrado” Media entre los hombres y los seres sobrenaturales que custodian el orden cósmico, mientras organizan ofrendas o fiestas comunes. Los curacas contaban con varias mujeres, conocidas como aqllas, castas elegidas por linaje y belleza, beneficiándose de la creación de nuevas relaciones de parentesco.

El nombre del mismo es un tema muy discutido, algunos cronistas afirman que
“el curaca no era un jefe hereditario, sino un hombre que llegaba al cargo mediante un proceso de selección ritual, y que, en consecuencia, podía ser despojado de él. mediante procedimientos similares”[2].Sin embargo, esta tesis tiene poco sustento comparada con la defendida por importantes investigadores como Jonh V. Murra, asegurando que el cargo es hereditario, no siempre en sentido patrilineal, sino familiar:
“que cuando murió el cacique principal, si tenía un hijo grande que podía mandar, no se atrevía a ejercer su autoridad [...] que le diera licencia y sede de su cacicazgo y así se la dio la ynga”[3].La mayoría tenía un claro origen étnico y eran nombrados a través de rituales en cada unidad étnica, desde donde se relevaba el cargo, pues cada vez es más discutible que los curacas fueran designados por el Tawantinsuyu, y en casos específicos por el Inka. .La función más importante del curaca era organizar relaciones recíprocas, que implicaban obligaciones dentro del ayllu, relaciones de intercambio; su relación con la población se realiza aceptando la reciprocidad.
“Estos intercambios, que permitieron a una misma población tener acceso simultáneo a los recursos muy distantes entre sí, han sido calificados como “comercio” por investigadores que utilizan modelos de otras latitudes [...] con relaciones limitadas de trueque ritual o intercambios estacionales”[4].La sociedad carece de comercio, pero a pesar de ello es rica, expansiva y organizada, mediante intercambios o trueques, identificados por algunos historiadores como "comercio a la manera de los indios" [5], cuya existencia es innegable, tanto por signos lingüísticos como por restos arqueológicos de cerámica prehispánica, etc. El mercado era inexistente, por lo que los yacimientos podrían ser el principal valor económico de la comunidad;
“a diferencia de la región andina, políticamente integrada por el poder centralizado de los incas, Mesoamérica siempre estuvo políticamente dividida. Pero lo que la política no hizo lo hizo mediante el comercio […] un complejo sistema de intercambios que va desde el simple trueque dentro de la aldea hasta los grandes mercados especializados de las ciudades, culminando en el tráfico internacional.”[6]Las ferias andinas surgirían durante el siglo XVI, sumando patrones de intercambio europeos, ocupando el espacio de rituales y tradiciones anteriores y difundiendo criterios comerciales. La reciprocidad se identifica como equitativa, cuando un hombre recibe el trabajo de otro por reciprocidad, debe ser “generoso” para alimentarlo, albergarlo y vestirlo; el curaca debía cumplir con las obligaciones de quienes le prestaban "servicio", aunque daba apariencia de "rango superior". Sin embargo, con el tiempo, la mita será una obligación ante el poder, mucho más rigurosa en el período colonial que en el prehispánico.

La relación incluía intercambios de regalos entre diferentes grupos, intercambio ceremonial que establecía relaciones entre grupos vecinos, ya sea como obsequio o como mercancía de carácter ritual, hoja de coca por ejemplo, pero sin mercado como tal; Podemos afirmar por tanto que el Tawantinsuyu es una organización basada en la reciprocidad y la redistribución de bienes.
Los beneficios recibidos por el poder no se consideran un tributo como tal, ya que no estamos ante un señor “tirano” que explota. entre la población, se piensa que se produjo en especie debido a la ausencia de moneda y que parte de esa “ingresa fiscal” se distribuyó entre la población, de forma más redistributiva que una distribución “caritativa”.
La La existencia de la mita andina se basó en la entrega de mano de obra al poder para que éste pudiera organizar la producción de bienes redistribuibles, según la población. Esta movilización de personas servía para la siembra, cosecha, recolección de minerales, etc. Autor:Héctor Martínez Alonso para revistadehistoria.es
Bibliografía:
[1] RAMÍREZ, Susan E. (2001). “Curacas y cosmología: el poder ancestral en los Andes” en GARRIDO ARANDA, Antonio (coord.) “Acerca de Raúl Porras Barrenechea:viejos y nuevos temas de la cultura andina” Secretaría de Publicaciones Universitarias. Córdoba, pág. 157
[2] MARTÍNEZ, José Luis (1982). “Una aproximación al concepto andino de autoridad, aplicado a los líderes étnicos durante el siglo XVI y principios del XVII” . Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima.
[3] ORTIZ DE ZUÑIGA, Iñigo. (1967)“Visita a la provincia de León de Huánuco en 1562”, ed. por John V. Murra, Lima.
[4] MURRA, John V.(1999). “El Tawantinsuyu” en Historia General de América Latina. vol. I:Las sociedades originarias. Madrid-París, UNESCO-Trotta, p. 489
[5] ROSTWOROWSKI DE DIEZ CANSECO, María:(1977). “Etnia y sociedad. Costa peruana prehispánica” Instituto de Estudios Peruanos, Lima, p. 133
[6] SEMO, Enrique.(2006).“Historia económica de México”. vol. Yo:Los orígenes. De cazadores y recolectores a sociedades tributarias, 22.000 a.C. a 1519 d.C. México, Universidad Nacional Autónoma de México-Océano, 2006, p. 149