Entrada extraída del libro De Covadonga a Tamarón.
La historia de la conquista y dominación árabe de la Península Ibérica y el proceso de nacimiento y crecimiento de los diferentes reinos y condados cristianos que acabaron expulsando a los musulmanes abarca casi ocho siglos y , por tanto, está lleno de personajes, episodios e historias dignas de ser reseñadas. Hoy nos vamos a centrar en el dominio musulmán de al-Andalus y en un periodo que podemos situar entre los años 929 y 1031. Aunque primero tenemos que retroceder un poco en el tiempo para situarnos.
Abderramán I, perteneciente a la destronada dinastía califal de los omeyas, había llegado a la Península en el año 755 y estableció un emirato con sede en Córdoba. Durante las décadas siguientes, el emirato no sólo se enfrentó a los nacientes reinos y condados cristianos surgidos en la zona norte de la península, sino que también tuvo que hacer frente a numerosas revueltas internas que hicieron que a finales del siglo IX y principios del X Prácticamente sola la zona cercana a Córdoba permaneció efectivamente bajo el dominio del emirato. Ciudades como Toledo y Zaragoza se habían rebelado repetidamente contra Córdoba hasta prácticamente independizarse y nombres como el de Ibn Marwan, conocido como el Gallego, en la zona de Mérida y Badajoz o Ibn Hafsun en la zona de Málaga y en su fortaleza de Bobastro, fueron un permanente dolor de cabeza para los emires de Córdoba.
Pero en 912 el emirato fue tomado por un hombre destinado a cambiar radicalmente la situación, tanto dentro del califato como en sus relaciones con los reinos cristianos. Su nombre era Abderramán III. El nuevo emir era nieto del anterior (Abdullah) y sorprende que sucediera a su abuelo pasando por delante de varios de sus hijos. Es cierto que el padre de Abderramán era el hijo mayor del emir, pero había sido ejecutado por orden suya, lo que añade otro factor extraño a esta sucesión.
Por si esto no fuera suficiente para hacer extraordinaria la figura de Abderramán III, se da la circunstancia de que la abuela del nuevo emir era cristiana, concretamente del reino de Pamplona. Se llamaba íñiga y antes de unirse a Abdalá I había estado casada con un noble navarro:entre los descendientes de esta unión estaba Toda, esposa del monarca Sancho Garcés. Entonces Abderramán III era primo de los reyes de Pamplona. Eso no le impidió enfrentarse a ellos en varias ocasiones.
El nuevo emir emprendió en primer lugar la tarea de consolidar el dominio perdido del emirato en al-Andalus. En el año 928 conquistó la fortaleza de Bobastro, desde la que Ibn-Hafsun, y sus hijos tras su muerte en el 918, llevaban años poniendo en jaque al gobierno cordobés.
En el año 929 Abderramán III envió una carta a todos los gobernadores de al-Andalus en la que les comunicaba que había decidido recuperar el antiguo título de califa que sus antepasados habían ostentado en Damasco antes de tener que huir a la Península Ibérica. La necesidad de enfrentarse a la nueva potencia emergente de los fatimíes en el norte de África, que también habían sido llamados califas, fue uno de los principales motivos de esta decisión, aunque también pretendía consolidar su dominio en al-Andalus.
Badajoz, en manos de los descendientes de Marwan, se sometió al nuevo califa en 930. Por su parte, Toledo capituló ante él en 932 tras un asedio de casi dos años y no volvió a levantarse contra el califato. Los toledanos habían pedido ayuda al nuevo rey leonés, Ramiro II, pero este tuvo que hacer frente a una rebelión interna, por lo que sólo pudo enviar una pequeña fuerza que, tras saquear la localidad de Magerit (Madrid), comprobó que nada podía hacerse contra el ejército. califal y se dio la vuelta sin salir en defensa de la antigua capital visigoda.
Las Marcas Baja y Media de al-Andalus quedaron así dominadas; La Marca Superior permaneció, personalizada en Zaragoza, que había sido sede de una de las potencias más conocidas de los primeros siglos de dominación árabe:los Banu Qasi. Como su nombre indica, esta familia era descendiente de Casio, uno de los nobles visigodos que había cedido a la conquista árabe a cambio de quedarse con sus tierras. Hablamos detalladamente de esta familia en la entrada dedicada a la batalla de Albelda. Aunque los Banu Qasi habían perdido su poder, el sometimiento de Zaragoza fue complicado y no se produjo hasta el año 937, mediante un pacto de sometimiento del gobernador de la plaza, Muhammad ben Hassim.
La causa de esta imposición definitiva a los distintos enclaves que se habían rebelado en numerosas ocasiones contra el poder de Córdoba la explica Eduardo Manzano Moreno refiriéndose a dos de ellos:«Los emires contaban con el apoyo de poblaciones que hacían causa común con la autoridad central. […] Ante la elección entre caer en la órbita de cualquiera de aquellos rebeldes atrincherados o ser, en cambio, gobernados por gobernadores nombrados y destituidos desde Córdoba, los habitantes de ambas ciudades (Tortosa y Pechina) no parecen haber tenido muchas dudas. […] La victoria de los omeyas a principios del siglo X se vio favorecida, por tanto, por la culminación de un proceso de homogeneización social de al-Andalus. El complejo mosaico de situaciones a las que se habían enfrentado los primeros emires había dado paso a una uniformidad patrocinada por la autoridad omeya».
Un último foco de resistencia interna, Santarem, fue conquistado por el califa en el año 939, con lo que su dominio sobre al-Andalus fue total. Pudo así preocuparse de los reinos cristianos con un objetivo más serio y contundente que las tradicionales empresas anuales de aceite de oliva en busca de botín y esclavos.
El califa llamó a sus súbditos a la guerra santa y partió de su capital el 29 de junio de 939. Un enorme ejército musulmán se dirigió hacia León, pero se detuvo en su camino ante la fortaleza de Simancas, que sería un riesgo militar dejar atrás sin conquistar. Consciente de la importancia de esta campaña, el propio Ramiro II esperaba al enemigo en Simancas, junto a su aliado García Sánchez I de Pamplona y el conde de Castilla Fernán González.
Tras varios días de batalla con resultados inciertos y sin poder doblegar a los cristianos a pesar de su superioridad numérica, el ejército musulmán comenzó a retirarse hacia el Duero, siendo acosado en la retirada por los leoneses y sufriendo, ahora, una dura derrota en la Alhándega. barranco, además de la deserción de algunos de los líderes de sus fuerzas fronterizas. El propio califa estuvo a punto de ser apresado y perdió un valiosísimo Corán que Ramiro entregó por partes como botín a sus fieles y que en los años siguientes Abderramán logró recuperar a un precio astronómico.
En lo que coinciden las fuentes cristianas y musulmanas es en reconocer la dura derrota califal. El Akhbar Machmud, En un inusual reconocimiento de lo sucedido, describe que Abderramán “fue derrotado de la manera más desastrosa. Los enemigos persiguieron a los musulmanes por todas partes durante algunos días, matándolos o haciéndolos prisioneros, pero sólo escapó una pequeña parte del ejército, que los jefes pudieron reunir bajo sus estandartes y conducir a las ciudades. Abderramán ordenó crucificar a las puertas de su palacio a algunos de sus generales, a quienes acusó de cobardía.
Esta batalla, por la importancia de su resultado en la supervivencia y consolidación del reino de León y por la alianza de fuerzas cristianas que en ella lucharon (todos los condados y futuros reinos derivados del de León, incluidos los castellanos de Fernán González y una fuerza pamplonesa), puede compararse en su trascendencia con la que tuvo lugar casi tres siglos después en Las Navas de Tolosa.
Pero Abderramán III aprendió de la dura derrota que sufrió y en los años siguientes cambiaría su manera de atacar los reinos cristianos. Y lo haría con gran éxito, como veremos en la segunda parte de este artículo (ver enlace).
Fuentes|
Daniel Fernández de Lis. De Covadonga a Tamarón.
Eduardo Manzano Moreno. Historia de España-. Tiempos medievales, volumen 2 . Crítica. Editorial Marcial Pons. Primera edición. Madrid 2015.
Vicente Ángel Álvarez Palenzuela (Coord). Historia de España en la Edad Media . Ariel. 1ª edición, 7ª impresión. febrero 2017
Ricardo Chao Prieto. Historia de los reyes de León. Editorial rimpego.
Monarquía y sociedad en el reino de León desde Alfonso III hasta Alfonso VII . Centro de Estudios e Investigaciones «San Isidoro». León 2007.