Poder Inconstitucional: Los tiranos eran típicamente gobernantes que no habían heredado sus cargos a través del linaje tradicional o por haber ocupado un cargo electo. Llegaron al poder derrocando estructuras políticas existentes o eludiendo procesos institucionales establecidos.
Autoridad personal: Los tiranos ejercían una autoridad personal, a menudo absoluta. No estaban sujetos a leyes ni limitaciones constitucionales que podrían haber limitado a los gobernantes más tradicionales. Su poder se basaba en su propia fuerza, su liderazgo carismático y la lealtad de sus seguidores.
Regla arbitraria: Los tiranos a menudo se caracterizaban por su uso arbitrario y a veces opresivo del poder. Podían elaborar y hacer cumplir leyes a su discreción, sin tener en cuenta los derechos o intereses de sus súbditos.
Soporte popular: Si bien muchos tiranos eran impopulares, algunos obtuvieron el poder con el apoyo del pueblo, particularmente en los casos en que se levantaron contra oligarquías opresivas u otros regímenes opresivos. Estos tiranos podrían ser tolerados o incluso bienvenidos por los ciudadanos comunes como un medio para lograr un cambio social o político.
Percepción mixta: La percepción de los tiranos en la antigua Grecia no era del todo negativa. Algunos tiranos eran considerados gobernantes benévolos que usaban su poder para promover la justicia y el bienestar del pueblo. Otros eran famosos por su crueldad y represión.
Contraste con la democracia: En la antigua Grecia, la tiranía a menudo se contrastaba con la democracia, que enfatizaba el gobierno colectivo a través de la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas.
Con el tiempo, el término "tirano" adquirió connotaciones cada vez más negativas y se utilizó para referirse a gobernantes que abusaban de su poder, descuidaban sus deberes cívicos o actuaban contra los intereses de sus ciudadanos.