El 26 de diciembre de 1991, el Sóviet Supremo de la Unión Soviética se reunió por última vez y disolvió formalmente la Unión Soviética. Esta acción marcó el último clavo en el ataúd para un país que ya había estado sufriendo disturbios políticos y estancamiento económico durante algún tiempo. La desintegración de la Unión Soviética tuvo profundas ramificaciones geopolíticas que todavía se sienten hoy.