En 2003, Estados Unidos ocupó Irak territorio con el argumento de que el Presidente Saddam Hussein mantenía un arsenal de armas químicas que amenazaban la paz mundial. Incluso sin demostrar la existencia del arsenal militar iraquí, el gobierno estadounidense logró promover el juicio y posterior condena del dictador Saddam Hussein.
El nuevo gobierno juramentado aún no ha logrado se legitima y su poder se mantiene con la asistencia directa de tropas militares internacionales que alcanzan un contingente de 150 mil soldados extranjeros. En lugar de ahuyentar a los grupos radicales de la escena política iraquí, la intervención estadounidense alentó el crecimiento de grupos fundamentalistas islámicos en Medio Oriente.
Según algunos analistas, el gobierno estadounidense tenía otras intenciones con el proceso de ocupación. Según ellos, se crearon varios acuerdos financieros para que Estados Unidos garantizara la propiedad de las reservas petroleras de ese país. Más de cinco años después de la invasión, Irak todavía sufre un importante problema de infraestructura que, después de la guerra, se volvió aún más grave.
La población civil parece estar en una situación aún más complicada. Tras la invasión, los diversos ataques contra civiles pusieron al país bajo amenaza terrorista. Algunas estimaciones dicen que la presencia estadounidense ha sido responsable de más de 40.000 muertes. Aún así, Estados Unidos celebró el arresto de algunos líderes importantes de organizaciones terroristas escondidos en Irak.
En Estados Unidos y otros países, algunas manifestaciones son contra la presencia estadounidense en el Este. Varias naciones aliadas de Estados Unidos ya han retirado sus fuerzas de los territorios iraquíes. Mientras tanto, los conflictos se extienden y las incertidumbres distancian la autonomía política de las instituciones y la población iraquíes bajo su país.