Administración Centralizada: El Imperio Persa estaba muy centralizado y el poder se concentraba en manos del emperador. El emperador nombraba gobernadores para gobernar las provincias, pero estos gobernadores eran responsables ante él y podían ser destituidos en cualquier momento. Esta administración centralizada permitió a los persas implementar políticas rápida y eficazmente en todo el imperio y mantener el control sobre los territorios remotos.
Caminos Reales: Los persas construyeron una extensa red de caminos reales que conectaban las distintas partes del imperio. Estos caminos permitieron una rápida comunicación y transporte de tropas y suministros, lo cual era esencial para mantener el control sobre un territorio tan grande.
Satrapías: El Imperio Persa estaba dividido en provincias llamadas satrapías, cada una de las cuales estaba gobernada por un sátrapa. Los sátrapas eran típicamente miembros de la nobleza persa y eran responsables de recaudar impuestos, mantener el orden y administrar justicia en sus provincias. Si bien los sátrapas tenían una gran autonomía, en última instancia eran responsables ante el emperador y podían ser destituidos de su cargo en cualquier momento.
Sistema de Tributos: Los persas impusieron un sistema de tributos a sus pueblos sometidos, exigiéndoles que pagaran pagos regulares en forma de bienes o dinero. Este tributo proporcionó a los persas una fuente constante de ingresos y ayudó a asegurar la lealtad de sus súbditos.
Tolerancia religiosa: Los persas eran en general tolerantes con las creencias religiosas de sus pueblos sometidos, siempre que esas creencias no representaran una amenaza a la autoridad del emperador. Esta tolerancia permitió a los persas mantener relaciones pacíficas con una amplia variedad de diferentes grupos étnicos y religiosos.
Ejército efectivo: El ejército persa era uno de los más poderosos y mejor organizados del mundo antiguo. Los persas utilizaron una combinación de caballería pesada, arqueros e infantería con gran efecto, y eran particularmente hábiles en la guerra de asedio. El poder del ejército persa ayudó a disuadir a enemigos potenciales y a mantener la integridad del imperio.