El manejo de la ofensiva del Tet por parte de los medios llevó al presidente Johnson a ceder ante la creciente presión de los críticos moderados y de algunos funcionarios civiles de su administración. Anunció un nuevo cese de los bombardeos y una vez más invitó a los norvietnamitas a negociar. Para añadir peso a su iniciativa, Johnson también declaró que no se presentaría a la presidencia en el otoño de 1968. Aunque había informado a Westmoreland de esta decisión, basada en gran medida en el deterioro de la salud y los deseos de su familia, desde finales de 1967, el El lobby pacifista proclamó inmediatamente que había conseguido que abandonara sus funciones. De hecho, puede que haya algo de verdad en ello. Desde su muerte en enero de 1973, una semana antes de que los acuerdos “pusieran fin” a la guerra, personas cercanas a Johnson han hablado de su angustia real y profunda ante los cánticos descuidados de los manifestantes por la paz:“Hey, Hey, L.B.J. — ¿A cuántos niños mataste hoy? (Oye, oye, Johnson, ¿cuántos niños mataste hoy?) Lyndon Johnson, un hombre valiente y sincero, merecía algo mejor de sus compatriotas...
Para sorpresa del presidente, los norvietnamitas aceptaron a las conversaciones. Durante los siguientes cuatro años, acordarían poco más que la forma de la mesa de conferencias en París. Sin embargo, al aceptar la oferta de Johnson, encadenaron efectivamente a Estados Unidos a la mesa de negociaciones hasta la invasión convencional de Vietnam del Sur; y hasta que el pueblo estadounidense esté tan cansado de la guerra que el nuevo presidente haga concesiones que, al retirar a Estados Unidos del conflicto, aseguren en última instancia la victoria para Vietnam del Norte. La ofensiva del Tet de 1968, si bien fue una derrota comunista, en realidad allanó el camino para su eventual victoria.