Durante la primera mitad del siglo I d.C. El acueducto de Nimes, de unos 50 kilómetros de longitud, fue construido para transportar agua desde los manantiales de la Fontaine d'Eure en Uzès hasta la colonia romana de Nemausus.
Aunque la distancia en línea recta es de sólo 20 kilómetros, el trazado del acueducto sigue un recorrido sinuoso para evitar las estribaciones montañosas de las Garrigas de Nimes.
Cerca de la actual ciudad de Vers-Pont-du-Gard, el acueducto debía cruzar el curso del río Gardon, lo que se consiguió construyendo un puente de tres niveles de arcos con una altura total de 48,8 metros, lo que lo convierte en el El más alto de los acueductos romanos. Se llama el Puente del Gard.

Unos 35 kilómetros del recorrido total del acueducto se construyeron bajo tierra, excavando una zanja en la que se levantó un canal de piedra cubierto por un techo abovedado de losas de piedra, luego cubierto con tierra. En algunos tramos el canal atraviesa túneles excavados en la roca.
En la antigüedad, el acueducto transportaba diariamente unos 40.000 metros cúbicos de agua a las fuentes, baños y casas de los ciudadanos de Nimes, con un sorprendente desnivel de sólo 12,6 metros entre el origen y el final de la estructura.

De hecho, el Puente del Gard tiene un desnivel de apenas 2,5 centímetros entre los 274 metros de sus extremos, lo que demuestra la gran precisión conseguida por los ingenieros romanos. Y en los 25 kilómetros restantes hasta Nimes sólo hay un descenso de 6 metros. El agua tardó 27 horas en recorrer todo el recorrido del acueducto.
Tras la caída del Imperio Romano, el puente se mantuvo gracias a su función secundaria como puente de peaje para cruzar el río. Obispos y señores locales se turnaron para operarlo y mantenerlo hasta finales del siglo XX cuando el Estado se hizo cargo de su conservación, eliminando definitivamente el tráfico.
El ancho del Pont du Gard es de 9 metros en la parte inferior y se reduce a 3 metros en la parte superior. Además, los tres niveles tienen diferente número de arcos. Como otros acueductos, se construyó sin mortero; los bloques de piedra se cortaron con precisión para que encajaran perfectamente entre sí sólo por fricción.

Sin embargo, en acueductos posteriores como el de Segovia, los ingenieros romanos lograron salvar aproximadamente la misma distancia utilizando menos arcos, optimizando el volumen y el coste de construcción.
El manantial original todavía existe, pero la tubería ha sido reemplazada por una estación de bombeo.