La púa venenosa de la mantarraya se utiliza principalmente como disuasivo contra los depredadores, y la picadura no suele ser mortal a menos que perfore un órgano vital o provoque una pérdida excesiva de sangre. Las mantarrayas suelen recurrir a la picadura sólo cuando se sienten acorraladas o en peligro, y no son criaturas agresivas por naturaleza.
El veneno de las mantarrayas contiene una variedad de toxinas, incluidas neurotoxinas, agentes hemolíticos e inhibidores de la fosfodiesterasa, que pueden alterar la función nerviosa, dañar los glóbulos rojos y provocar espasmos musculares. La gravedad de los efectos de la picadura depende de factores como la especie de mantarraya, el tamaño y la ubicación de la picadura, así como la respuesta individual al veneno.
Es importante tener en cuenta que las mantarrayas no buscan activamente a los humanos ni los atacan. Los encuentros humanos con mantarrayas a menudo ocurren involuntariamente cuando las personas las pisan accidentalmente o las provocan mientras caminan en aguas poco profundas o nadan en su hábitat. Para minimizar el riesgo de encuentros con mantarrayas, se recomienda evitar pisar el fondo del océano en áreas donde las mantarrayas puedan estar presentes y arrastrar los pies mientras camina en aguas poco profundas para ahuyentarlas.