En otros casos, los intentos de crear países étnicamente homogéneos dieron lugar a importantes desplazamientos de población y violencia. Por ejemplo, el Tratado de Lausana de 1923 provocó un intercambio de población entre Grecia y Turquía, que provocó el desplazamiento de más de 1 millón de personas. La partición del Imperio Otomano también condujo a la creación de nuevos estados con poblaciones étnicas diversas, como Irak, Siria y el Líbano, que han enfrentado conflictos étnicos e inestabilidad en curso.
En general, los intentos de crear países siguiendo líneas étnicas después de la Primera Guerra Mundial fueron en gran medida infructuosos, ya que a menudo resultaron en conflictos internos, desplazamientos de población e inestabilidad constante.