Estas experiencias llevaron a muchos líderes aliados a creer que una invasión del territorio continental japonés sería aún más costosa y sangrienta que Iwo Jima y Okinawa. Además, se sabía que los japoneses estaban desarrollando su propia bomba atómica y existía la preocupación de que pudieran utilizarla si los aliados invadían. A la luz de estos factores, se tomó la decisión de utilizar bombas atómicas para lograr una rendición rápida e incondicional de Japón.
He aquí algunas formas específicas en las que las experiencias de Iwo Jima y Okinawa influyeron en la decisión aliada de lanzar bombas atómicas:
* El alto costo de capturar Iwo Jima y Okinawa demostró que una invasión del continente japonés probablemente sería aún más costosa y sangrienta. Se estimó que una invasión de Kyushu, la más meridional de las islas japonesas, costaría a los aliados más de 1 millón de bajas.
* La resistencia fanática del ejército japonés sugirió que lucharían hasta la muerte, en lugar de rendirse. Esto hacía poco probable que los aliados pudieran lograr una victoria rápida y fácil por medios convencionales.
* El conocimiento de que los japoneses estaban desarrollando su propia bomba atómica planteó la posibilidad de que pudieran usarla contra los aliados si eran invadidos. Esto aumentó aún más la urgencia de encontrar una manera de lograr un rápido final de la guerra.
En conclusión, las experiencias de Iwo Jima y Okinawa jugaron un papel importante en la decisión aliada de lanzar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Estas batallas demostraron el alto costo de luchar contra los japoneses en su propio territorio y plantearon la posibilidad de que una invasión del continente japonés fuera un asunto prolongado y sangriento. A la luz de estos factores, el uso de bombas atómicas se consideró la mejor manera de lograr una rendición rápida e incondicional de Japón.