En primer lugar, el Islam fomentó el comercio a larga distancia al conectar el sudeste asiático con el mundo musulmán en general a través de rutas comerciales establecidas. Los comerciantes musulmanes de Oriente Medio, India y China trajeron diversos productos, incluidos textiles, especias y piedras preciosas, a los puertos del sudeste asiático. A cambio, los comerciantes del sudeste asiático exportaron productos locales, como arroz, oro y productos forestales.
En segundo lugar, la expansión del Islam condujo al surgimiento de poderosas ciudades comerciales y reinos portuarios en el sudeste asiático. Estas ciudades, como Malaca, Brunei y Makassar, se convirtieron en centros de comercio regional e internacional, facilitando el intercambio de bienes entre el sudeste asiático y otras regiones.
En tercer lugar, el Islam introdujo un nuevo sistema de comercio basado en los principios islámicos de justicia, honestidad y equidad. Este sistema contribuyó al desarrollo de la confianza y la cooperación entre comerciantes y comerciantes, lo que llevó a un aumento de las actividades comerciales.
En general, la llegada del Islam al Sudeste Asiático trajo nuevas oportunidades para el comercio y contribuyó a la prosperidad económica y al intercambio cultural de la región.