La rebelión de los bóxers comenzó en la provincia de Shandong, en el norte de China, donde los bóxers destruyeron iglesias y misiones extranjeras y mataron a misioneros extranjeros y cristianos chinos. La rebelión se extendió a otras partes de China y, finalmente, a los bóxers se unieron elementos del ejército chino.
Las potencias extranjeras respondieron a la Rebelión de los Bóxers enviando una fuerza militar internacional a China. La Alianza de Ocho Naciones, que incluía tropas de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia, Estados Unidos y Austria, derrotó a los Bóxers y capturó Beijing en agosto de 1900.
La Rebelión de los Bóxers tuvo varias consecuencias para China. La dinastía Qing quedó debilitada y el país se vio obligado a pagar una gran indemnización a las potencias extranjeras. La rebelión también provocó una ola de sentimiento antiextranjero en China, que contribuyó al surgimiento del movimiento nacionalista chino.