Las condiciones invernales pueden dificultar el avance de los ejércitos. El clima frío puede provocar que los soldados se enfermen o se congelen, y la nieve y el hielo pueden dificultar el transporte de suministros y equipos. Además, los días más cortos y las noches más largas pueden dificultar que los ejércitos coordinen sus movimientos y lancen ataques. Como resultado, históricamente muchos ejércitos se han visto obligados a detener sus avances durante el invierno y reanudar sus campañas en la primavera.