Desde la antigüedad, y hasta la llegada del automóvil a finales del siglo XIX, la combinación de la rueda y los animales de tiro (caballos, asnos, burros…) eran el principal medio de transporte de personas y mercancías. La propia evolución de las ciudades, el progresivo aumento de la población urbana y el lógico crecimiento del transporte de tracción animal, crearon nuevos problemas:atascos en las calles, el ruido de los carruajes era muy molesto, accidentes mortales -en 1900 200 neoyorquinos murió por esta razón - y la peor de todas:estiércol .
Cuando se redujo el número de caballos -un caballo produce entre 14-16 kg/día de estiércol-, hubo un mercado de estiércol muy próspero, ya que se utilizaba, y se utiliza, como abono para los campos. A finales del siglo XIX, en Nueva York, con una población de casi 3 millones, había más de 200.000 caballos. El mercado de estiércol ya no pudo absorber toda la "producción" y empezó a distribuirse por Nueva York (en algunos lugares se acumuló en montones de 18 metros).
Estas enormes cantidades de estiércol eran fuente de moscas y ratas, en verano el hedor era insoportable y cuando llegaban las lluvias la ciudad se convertía en un mar de estiércol. El problema llegó a tal extremo que en 1898 se celebró en Nueva York la primera conferencia internacional sobre urbanismo, cuyo tema “estrella” fue el estiércol. La conferencia estaba programada para 10 días pero como no se encontró ninguna solución al problema, la conferencia se disolvió al tercer día. La solución vendría de la mano del progreso tecnológico:el caballo fue sustituido por el tranvía.
Una consecuencia urbana de los problemas del estiércol son las cinematográficas escaleras neoyorquinas que ascienden desde la calle hasta la entrada del primer piso. De esta forma se evitaban los "mares de estiércol".
Fuente:SuperFreakonomics – Levitt y Dubner
Imagen:López Ruiz