La cuestión llegó a un punto crítico por primera vez en 1820, cuando Missouri intentó unirse a la unión como estado esclavista. Después de un acalorado debate, el Congreso aprobó el Compromiso de Missouri, que admitía a Missouri como estado esclavista pero también prohibía la esclavitud en el resto del territorio de Luisiana al norte del paralelo 36°30′. El Compromiso de Missouri resolvió temporalmente la cuestión, pero también profundizó la división entre el Norte y el Sur y preparó el escenario para conflictos futuros.
En la década de 1850, la guerra entre México y Estados Unidos volvió a poner en primer plano la cuestión de los nuevos estados. Estados Unidos adquirió una gran cantidad de territorio como resultado de la guerra y surgió la pregunta de si estos territorios serían admitidos como estados libres o esclavistas. El debate fue particularmente acalorado en torno a la Ley Kansas-Nebraska de 1854, que permitió a los habitantes de Kansas y Nebraska decidir por sí mismos si serían estados libres o esclavistas. Esto provocó una ola de violencia en Kansas, conocida como "Kansas sangrante", e intensificó aún más el debate sobre la esclavitud y los derechos de los estados.
La cuestión de los nuevos estados fue uno de los principales factores que desembocaron en la Guerra Civil. En 1861, los estados del sur se separaron de la unión y formaron los Estados Confederados de América. Una de las principales razones de la secesión fue el temor de los estados del Sur de que el Norte eventualmente obtuviera suficiente poder para abolir la esclavitud. La Guerra Civil se libró por cuestiones de esclavitud y derechos estatales, y terminó con la victoria del Norte y la abolición de la esclavitud.
La cuestión de los nuevos estados y el equilibrio de poder entre los estados libres y esclavistas fue una cuestión compleja y polémica que tuvo un profundo impacto en la historia de los Estados Unidos. Fue un factor clave en la Guerra Civil y sigue siendo fuente de debate en la actualidad.