La heredad era una importante fuente de ingresos para el señor, ya que le proporcionaba un flujo constante de alimentos, alquileres y otros bienes. También era un símbolo del poder y autoridad del señor, ya que demostraba su control sobre la tierra y las personas que trabajaban en ella.
El tamaño de una heredad podía variar significativamente dependiendo de la riqueza y el poder del señor. Algunas propiedades tenían sólo unos pocos acres de tamaño, mientras que otras podían tener cientos o incluso miles de acres. La heredad era a menudo la parte más valiosa de la mansión y, a menudo, se transmitía de generación en generación como parte de la herencia del señor.
Las heredades comenzaron a perder tamaño e importancia a finales de la Edad Media, a medida que los señores concedían cada vez más tierras a sus caballeros y otros vasallos a cambio de servicio militar. Este proceso, conocido como enfeudamiento, condujo al surgimiento del sistema feudal, en el que la tierra estaba en manos de vasallos que debían lealtad y servicio a su señor. A finales de la Edad Media, la heredad había desaparecido en gran medida, ya que la mayoría de los señores habían cedido la mayor parte de sus tierras a sus vasallos.