Urbanización rápida :A finales del siglo XIX se produjo una rápida afluencia de personas a las ciudades, lo que provocó hacinamiento y una mayor presión sobre la infraestructura existente. Este crecimiento repentino significó que las ciudades no estaban preparadas para manejar los desechos generados por la población en crecimiento.
Falta de sistemas de saneamiento :Muchas ciudades carecían de sistemas de saneamiento adecuados para gestionar y eliminar eficazmente los residuos. Las aguas residuales y residuales a menudo se vertían directamente en ríos, lagos y cursos de agua sin el tratamiento adecuado, lo que provocaba la contaminación del agua.
Sistemas de alcantarillado combinados :Muchas ciudades tenían sistemas de alcantarillado combinados, donde tanto las aguas pluviales como las aguas residuales fluían por las mismas tuberías. Durante las fuertes lluvias, estos sistemas se verían abrumados, lo que provocaría desbordes de aguas residuales e inundaciones, que contaminarían calles, hogares y vías fluviales.
Industrialización :El aumento de la industrialización provocó una mayor contaminación de las fábricas, molinos y otras industrias. Los desechos industriales a menudo se vertían en los cursos de agua, lo que contribuía a la contaminación del agua y la degradación ambiental.
Eliminación inadecuada de residuos :La recogida y eliminación de residuos sólidos también fue problemática. La basura y los desechos se acumulaban en calles, callejones y lotes baldíos, creando condiciones insalubres y caldos de cultivo para enfermedades.
Conocimiento limitado sobre salud pública :En ese momento, había una comprensión científica limitada de la relación entre la contaminación y la salud pública. Muchas personas desconocían los riesgos para la salud asociados con el agua y el aire contaminados, lo que obstaculizaba los esfuerzos para abordar el problema.
Falta de regulaciones gubernamentales :Había regulaciones gubernamentales inadecuadas para controlar la contaminación y hacer cumplir las normas sanitarias. Los gobiernos municipales a menudo carecían de la autoridad y los recursos para abordar estos problemas de manera efectiva, lo que llevó a una falta de acción.
Como resultado de estos factores, la contaminación y las aguas residuales se convirtieron en importantes problemas de salud pública en las ciudades estadounidenses a finales del siglo XIX, lo que provocó un aumento de los brotes de enfermedades, la mala calidad del aire y la contaminación del agua. Abordar estos problemas requirió importantes inversiones en infraestructura, iniciativas de salud pública y regulaciones ambientales más estrictas, que surgirían gradualmente a principios del siglo XX.