En primer lugar, el Valle del Río Grande es una zona fértil con suelos fértiles y acceso al agua, lo que la hace muy adecuada para la agricultura. Los colonos españoles aprovecharon estas condiciones y establecieron granjas y huertas en el valle, cultivando cultivos como maíz, trigo y hortalizas. Además, el Río Grande proporcionó un medio de transporte, facilitando el intercambio y el comercio entre asentamientos.
En segundo lugar, la presencia de ricos recursos minerales en las montañas circundantes dio forma aún más a las actividades económicas de los colonos españoles. Descubrieron extensos depósitos de oro, plata y cobre, lo que llevó al establecimiento de asentamientos y campamentos mineros.
Por último, la diversa vegetación y vida silvestre de la región permitió a los colonos participar en diferentes actividades económicas. Cazaban y atrapaban animales para obtener alimento y pieles, proporcionándoles sustento y productos básicos para el comercio. Estos recursos fueron especialmente valorados durante las primeras etapas de la colonización, cuando los suministros de México eran limitados.