En el contexto de las naciones, el darwinismo social puede utilizarse para argumentar que las naciones fuertes están obligadas a dominar a las más débiles. Esto se debe a que, según esta teoría, las naciones fuertes tienen más probabilidades de tener éxito y sobrevivir en la competencia entre naciones. Las naciones más débiles, por otra parte, son vistas como menos aptas y, por lo tanto, tienen menos probabilidades de sobrevivir.
Hay muchos argumentos contra el darwinismo social. Un argumento es que simplemente no es cierto que las naciones más fuertes sean siempre las más exitosas. Hay muchos ejemplos de naciones débiles que han sobrevivido e incluso prosperado frente a oponentes mucho más fuertes.
Otro argumento contra el darwinismo social es que se basa en una visión muy simplista de la sociedad humana. Supone que las sociedades son simplemente conjuntos de individuos que compiten entre sí. Sin embargo, las sociedades humanas son mucho más complejas que esto. Están formados por muchos grupos e instituciones diferentes que interactúan entre sí de diversas maneras.
En conclusión, hay muchas razones para rechazar el darwinismo social como una teoría válida para explicar el desarrollo y la organización de la sociedad humana. Simplemente no es cierto que las naciones más fuertes sean siempre las más exitosas, y esto se basa en una visión muy simplista de la sociedad humana.