Los convoyes fueron empleados tanto por las potencias aliadas como por las del Eje. Uno de los convoyes aliados más críticos fue la ruta de convoyes del Atlántico Norte, que transportaba suministros esenciales desde Estados Unidos a Gran Bretaña. El Atlántico Norte era una zona peligrosa debido a la presencia de submarinos alemanes que intentaban hundir los barcos aliados.
Los convoyes operaban en rutas y horarios específicos para mejorar la eficiencia y la seguridad. Los barcos mercantes navegaban juntos en formaciones organizadas, lo que hacía más difícil para los barcos enemigos apuntar a barcos individuales. Los escoltas patrullarían el perímetro del convoy, utilizando sonar, radar y observación visual para detectar amenazas que se acercan.
Las armadas aliadas desarrollaron varias tácticas para proteger los convoyes. Una de esas tácticas fue el uso de libros de códigos que permitían la comunicación cifrada entre barcos y escoltas. Esto aseguró que las fuerzas enemigas no pudieran interceptar y decodificar fácilmente información vital sobre los movimientos y posiciones de los convoyes.
A pesar de la importancia de los convoyes, todavía se produjeron pérdidas. Los submarinos alemanes y los asaltantes de superficie lograron atravesar las líneas defensivas y hundieron numerosos buques mercantes. Los aliados respondieron desarrollando nuevas tecnologías antisubmarinas, como sonar, radar y cargas de profundidad, para mejorar su capacidad de detectar y destruir submarinos enemigos.
En general, los convoyes desempeñaron un papel fundamental en el resultado de la Segunda Guerra Mundial al garantizar el transporte seguro de recursos y suministros vitales. Mostraron la importancia de la cooperación, la logística y la tecnología para lograr la victoria en un conflicto global.