Nacionalismo e identidad: El nacionalismo y el deseo de proteger la identidad y los intereses nacionales pueden generar tensiones y conflictos entre naciones.
Competencia económica: La competencia por recursos, mercados y oportunidades comerciales puede crear rivalidades económicas y conflictos entre naciones.
Disputas territoriales: Las disputas sobre territorio, fronteras y recursos naturales pueden ser una fuente importante de tensión y conflicto entre naciones.
Diferencias ideológicas: Las diferencias ideológicas, como los conflictos entre democracia y autoritarismo, pueden conducir a choques ideológicos y conflictos entre naciones.
Preocupaciones de seguridad: Las preocupaciones sobre la seguridad nacional, como las amenazas a la integridad territorial o la soberanía, pueden llevar a las naciones a emprender acciones militares para proteger sus intereses.
Sistemas de alianza: Las alianzas entre naciones pueden crear obligaciones y enredos que pueden arrastrar a las naciones a conflictos incluso si no tienen un interés directo en la disputa.
Política interna: Los factores políticos internos, como la necesidad de desviar la atención de los problemas internos o de conseguir el apoyo público, pueden influir en la decisión de una nación de ir a la guerra.
Diplomacia fallida: El fracaso de los esfuerzos y las negociaciones diplomáticas puede llevar a las naciones a recurrir a la fuerza militar como medio para resolver conflictos.
Poder militar y prestigio: La búsqueda de poder y prestigio militar puede llevar a las naciones a involucrarse en conflictos para demostrar su fuerza e influencia.
Stoessinger sostiene que estos factores no son exhaustivos y que las causas de la guerra suelen ser complejas y multifacéticas. Destaca la importancia de comprender las motivaciones y dinámicas subyacentes de los conflictos para desarrollar estrategias efectivas para prevenirlos o resolverlos.